Comenzábamos a morir cuando nos levantamos con las ventanas abiertas.
Se escuchaba la sinfonía entrar por la ventana y tus senos cabían en mis manos. El viento bufaba y entorpecía a la orquesta. Rezabas las veces que he sido tuyo, fueron cinco y varias pendientes por concluir.
No veía el café pero podía olerlo en tu cabello mientras tu voz se extinguía poco a poco y en cada beso. Eres una villana cruel e inhumana, el que me hagas el amor me parece sospechoso ahora que siento tu piel dura y triste como de muerta.
Cuando acabó la sinfonía tu jadeo arrebatado me hostigó. Gritó lo que sería tu suspiro tras azotarse las ventanas y en el silencio una breve exhalación tuya se escuchó.
Yo pensaba en sostener el café en mis manos, pues tus pequeños senos, allá, cerca de tu corazón, me las habían helado y ahora no las sentía.
Víctor Hugo Ávila Velázquez.
* Enrique Simonet. La autopsia, 1890.
** Cuento publicado en el libro “Las raíces de un oasis”. 2018.