Sugeríamos que el oído
fuera el tacto,
que al perjudicarnos,
escucháramos el cosquilleo
del manoseo de una ofensa,
que al sentir sus asperezas,
será atenderlo, o no resolverlo,
será ignorarlo o no callarlo,
los silencios siendo las excusas
que nadie oye, que nadie injuria
pues estamos lejos, allá con el eco,
que nos soba, soba y soba.
Víctor Hugo Ávila Velázquez
* Louis Aston Knigth por allá de 1880.