El velador no duerme. Tiene que velar por el rancho, no es problema para él; ya ha acostumbrado a su cuerpo a dormir en el día y trabajar en la noche. Ahora, después de su primera comida, que él veía como un desayuno a las diez de la noche, empieza su recorrido.
Una vaca lo mira, la vaca llora. “¿Cómo podría ser que un animal llorara? No eran lágrimas; es sólo agua que sale de sus ojos”. Una mosca se posa en el ojo de la vaca, la vaca pestañea y la mosca vuela parándose en la frente del velador, él la siente caminar, ella baja a su ojo alcanzando a tocarlo, la espanta con la mano, luego se soba. Al frotarse continuamente le comienza a llorar el ojo, se queja de un ardor ligero pero que se vuelve más agudo, él trata de recordar si tenía la mano llena…
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